01 octubre 2011

Gotas contra la soledad

Gotas

un cuento de Etgar Keret

Mi novia dice que alguien en Estados Unidos ha inventado una pastilla que hace que no te sientas solo. Lo oyó ayer, en la cápsula informativa Sesenta segundos
de la emisora del ejército, y ya le está enviando una carta urgente a su hermana para que le compre un cargamento y se lo mande por correo. En Sesenta segundos dijeron que en la Costa Este la venden en todos los comercios y que en Nueva York  ya ha causado furor. Viene en dos presentaciones: en gotas o en aerosol. Mi novia lo ha pedido en gotas, porque puede que no se quiera sentir sola, pero lo que no quiere es dañar la capa de ozono.

Las gotas te las echas en el oído y al cabo de veinte minutos dejas de sentirte solo. Actúan químicamente sobre no sé qué zona del cerebro, habían explicado por la radio, pero mi novia no lo había entendido bien. Porque no es que sea precisamente Madame Curie, mi novia, y yo hasta diría que es un poco boba. Se pasa el día sentada pensando en que le voy a ser infiel, que la voy a dejar y cosas así. Pero yo la quiero, la quiero con locura. Cuando vuelve de la oficina de correos me dice que ahora ya puede dejar de vivir conmigo. Porque las gotas, tarán-tarán, van a llegar pronto y ya no le va a dar miedo estar sola.

- ¿Dejarme? - le digo -. ¿Por unas gotas? ¿Cómo es posible?

Pero si la quiero, la amo con locura.

- Vete, si quieres - le digo -, pero quiero que sepas que ni esas asquerosas gotas para los oídos ni ningunas otras te van a querer como yo te he querido.

Lo que sí es verdad es que las gotas de los oídos no le van a ser infieles. Eso es lo que ella dice, después, se va. Como si yo sí le fuera a ser infiel.

Ahora ha alquilado una buhardilla en Florentín y todos los días espera al cartero. Yo, por mi parte, no tengo ninguna relación con el correo, no me emociona, y es que no tengo amigos en el extranjero que me manden cosas. Si los tuviera, hace ya tiempo que habría ido a visitarlos. Habría salido a tomar unas copas con ellos y les habría contado mis penas. Los abrazaría mucho y no me avergonzaría de llorar delante de ellos y todas esas cosas. Podríamos estar juntos años, pasarnos así la vida entera. De la manera más natural, como siempre se ha hecho, muchísimo mejor que con unas gotas.

Tomado del libro: "Buenas Intenciones"